Masaje Tántrico de Cachemira
El verdadero masaje tántrico, o sea el masaje de Cachemira, es una práctica meditativa y de conexión profunda con otra persona. Al mismo tiempo es una expresión creativa, un verdadero arte.
Es una danza de cuerpos y de emociones.
Es un arte de la escucha, es decir, un arte de Amar.
El masaje de Cachemira no es una técnica, también sí tiene una parte técnica. No es tampoco una secuencia de posiciones y de tipos de toques.
Como tocar de verdad un piano no es solo producir una secuencia de notas.
No es un masaje se+ual, ni erótico, al mismo tiempo no excluye la se+ualidad, ni el erotismo.
Nosotros lo practicamos desde hace 16 años. Creo que fuimos los primeros que lo enseñamos en España junto con Surya Baudet, y, después de miles de horas de práctica, todavía no lo dominamos por completo.
Y esa es su maravilla: nunca se acaba.
Es una práctica que te permite de conectar
con tu cuerpo e incluso con tu esencia. También te permite conectar con la esencia de la persona que está contigo.
El masaje de Cachemira requiere apertura y vulnerabilidad y las despierta.
Te abre a sentir profundamente lo que tienes adentro, lo que quieres, lo que tapas, lo que te da miedo: el deseo, la inseguridad, el agobio, la tristeza. Incluso el enfado y la rabia y, por supuesto también, pasión, alegría y amor.
Pueden surgir energías muy diferentes: sensuales, sexuales, amorosas... sin ninguna expectativa ni intento de seducción.
Se puede atravesar muchos territorios: sentirse un bebé acunado, un amante apasionado o cualquier cosa o emoción.
Es libertad total dentro de un marco de profundo respeto y escucha.
A veces el relato de una sola experiencia de masaje de Cachemira puede valer más que cientos de palabras de descripción.
Os compartimos un artículo que Laura escribió hace muchos años, después de sus primeras experiencias de masaje con Daniel Odier.
“Una ola caliente y densa que todo lo levanta.
No poder casi contener todas las sensaciones que el cuerpo está experimentando. Al mismo tiempo todo es calma, una calma interior en la que nunca antes habías entrado.
La respiración se hace más profunda y se abre, el cuerpo se relaja completamente, los ojos están cerrados y toda la piel recibe ese toque de madre, de hombre, de mujer, de amante. Las pieles se funden y los límites no se perciben más.
Todas las emociones aparecen y se hunden, la rabia y la tristeza que se esconden en el fondo del corazón se derriten.
Ya el tiempo no existe. Vuelves a ser niño, recién nacido, feto, embrión, célula y otra vez mujer, hombre, animal, minúsculo y enorme, ahora andrógino, sin edad, sin sexo, sin historia, solo existe este momento, solo este.
Solo existe acoger y ser acogido, aceptar y ser aceptado, sin palabras, sin miedos, sin juicio, solamente amor y respeto y plenitud.
El tacto es una de las Vías maestras hacia la Conciencia.
A través de la piel y del contacto con el otro en el masaje, podemos entender en el corazón y en el cuerpo la maravilla indispensable y vital del toque consciente.
A través de la respiración y de la escucha, entramos en un espacio sagrado de expansión del placer y de los sentidos; en el cuerpo y mucho más allá del cuerpo mismo.
En la desnudez del corazón, nos fundimos en nosotros mismos y en el otro, en unidad total.
Es un diálogo de pieles y de corazones, una experiencia sensual y meditativa a la vez en la que re-aprendemos a reunirnos con nosotros mismos, a dar y a recibir, a abrir corazón, cuerpo y mente con confianza y disponibilidad.
El propósito no es aprender técnicas de masaje, sino transformar este acto en un momento amoroso, vital y sagrado.
Es un encuentro con nuestra propia sensualidad, una reconexión con nuestro cuerpo y una comunicación intuitiva entre de dos seres en el momento presente, dentro del flujo natural y espontáneo de una relación que no pide acción ni intención y que trae amor, nutrición y gratitud en el aquí y ahora, sin otras condiciones.”